Como todo lo importante, ocurriste de repente

Como todo lo importante, ocurriste de repente. En mi memoria guardo con total exactitud aquel nublado día en el que te encontré. Yo salía de mi casa apenada y cabizbaja. Mil problemas sin aparente solución merodeaban por mi cabeza cuando, al fijar la vista, te encontré.

Al principio no quería creérmelo. Me decía a mí misma que no eras real, que era imposible que lo fueses. Pero sí, eras real y ahí estabas, justo delante de mi y al alcance de mi mano.


Te cogí, claro que te cogí. Sin pensármelo dos veces me aferré a ti con fuerza para que nadie más que yo pudiese verte. Ahora que te había encontrado eras mío, sólo mío, mío y de nadie más.


Hiciste que mi día amaneciera por fin, te convertiste en el motivo de mi sonrisa y en la solución a varios de mis problemas. Pero jamás volví a verte, aunque me esforzase en ello. Ni a ti ni a ninguno de los que son como tú.


La gente decía que existíais pero yo no me lo creía, hasta que te vi a ti, hasta que te tuve en mi mano, hasta que te hice mío. Fuiste mi duendecillo de la olla de oro, mi gnomo mágico, mi genio de los deseos...


Jamás podré olvidar aquel día en el que, al salir del portal de mi casa, te vi tirado en la puerta del cajero del BBVA.

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