Le temblaban las manos cuando tuvo que elegir



Le temblaban las manos cuando tuvo que elegir a qué última tabla agarrarse en aquel momento que tan duro se le hacía. Nadaba en un mar en calma en el que imaginarios tiburones la acechaban hambrientos de su tranquilidad y deseosos de remover sus entrañas.

Estaba muy pálida. Había pasado demasiadas horas a la deriva aguardando por aquella lancha de salvamento que, tras conocer su situación, prefirió no desviarse de su recorrido y continuar navegando rumbo a la orilla. En la playa se celebraba una fiesta que, para el tripulante de aquella lancha sin duda era mucho más importante que ella.

Jura que sólo pudo verme a mí en medio de las aguas, cuando sus fuerzas estaban a punto de darse por vencidas, pero yo le he asegurado que esta noche, muchas éramos las tablas que nos manteníamos a flote tanto para ella como para cualquier otro náufrago que precisase de nuestro apoyo.

Llegó hasta mi pálida, temblando y profundamente agotada. Me abrazó con todas sus fuerzas, llorando y pidiéndome que no la soltase. No la solté. Jamás podría hacerle algo así.

No tardó en ser consciente de que conmigo ya estaba a salvo. Los tiburones no tardaron en desaparecer e incluso esbozó unas cuantas sonrisas que el cariño y la seguridad de un sinfín de tablas a la deriva, que al fin fue capaz de ver, somos capaces de dibujar.

Nunca hemos sido nada más que simples trozos de madera que flotan sobre el agua, nadie nos ha tenido jamás por otra cosa. No tenemos un botiquín como las lanchas de salvamento, pero somos capaces de apaciguar las tempestades del alma de los que a nosotras acuden.

Entre todas nos unimos, formando una gran tabla sobre la que se durmió como sólo haría una niña inocente y confiada. Nos apresuramos en acercarla a la costa. A la costa opuesta en la que se celebraba aquella fiesta que había sido la causa, muy posiblemente, de su incomprensible abandono.

Ahora sólo nos queda esperar a que la cura de sueño haga su efecto y que las primeras luces del alba la carguen de la energía que precisa para ponerse en pie y caminar tierra adentro. Sin volver la vista atrás. Sin dirigir la mirada al mar que quiso ahogarla y a quienes no quisieron ayudarla. Dónde no existen los tiburones. Más allá de las fronteras de la costa...


13 comentarios:

  1. Preciosa alegoría en un texto muy alentador :D ¡Bravo! Cuando me sienta como una tabla a la deriva, lo releeré :D

    Por cierto, acabo de ver el nuevo diseño de tu blog y me ha gustado mucho. Creo que no te lo he dicho, pero el cojín del corazón que llevas en tu avatar es muy mono^^

    Un beso a la deriva,
    Mun

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  2. Lo prometido es deuda:

    Tierra adentro, dónde caminará sobre un largo discurrir de piederecitas en el camino, piedrecitas que no apartará porque le servirán para darse cuenta de que la vida no es fácil, pero que basta con querer para poder.
    Tropezar, caer y volverse a levantar una vez tras otra, porque para eso están las piedras en el camino y las tablas a la deriva...

    ;)

    Se te da de lujo hacernos reir cuando se te antoja escribir, pero esta metáfora sobre la amistad a modo de tablas a la deriva en un mar calmo... es una de las mejores cosas que he leído!!

    Quérote purrusquiña! xD Graciñas por escribir algo así!

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  3. De acuerdo con Mun y María, es de lo mejor que he leido. Salu2.

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  4. Preciosa metáfora y aunque sea repetitiva, también a mí me ha parecido de lo mejor que he leído tuyo. Enhorabuena!!!! Parece que el verano despierta tu sensibilidad.
    Un abrazo,

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  5. Me ha gustado mucho.
    Todo el mundo debería tener a alguien que lo rescate cuando parece que todo está perdido.

    Salu2

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  6. ¡Qué original! Es muy simple y eso, pero me ha encantado el punto de vista desde el que lo has enfocado, la tabla de madera...
    ¡un besote de moras!

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  7. Góstame a idea de acudir ás táboas á deriva cando un está mal, góstame saber q teño algunhas q están reservadas sempre para min e góstame saber q eu tamén son unha desas táboas! ;)

    Saícheste do de sempre e saícheste co q escribiches.

    Bicos a montes e a moreas! :D

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  8. Nunca hemos sido nada más que simples trozos de madera que flotan sobre el agua, nadie nos ha tenido jamás por otra cosa
    Me quedo con esa preciosa frase. Un placer leerte, como de costumbre

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  9. Un relato con enseñanza muy aplicable al día a día. Me ha parecido muy original que cuentes todo desde el punto de vista de las tablas...(mmm...y como en ningún momento -aunque resulte obvio- has mencionado que las tablas perteneciesen a la barca de la chica...pues me las he imaginado como "cosas" autonomas que salian de la nada al rescate de cualquier ahogado...)

    Que me enrollo...

    Saludos...

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  10. ¡Que bonito!

    Si es que en algún momento todos nos hemos sentido como tablas a la deriva en un mar bravo que se empeña en ahogarnos sin dejarnos ni despedirnos.

    Felicidades, me ha encantado.

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  11. Intentaba buscar una palabra rebuscada que explicase bien lo que he sentido al leer tu texto pero no me sale otra que: Precioso.

    Me ha encantado y creo que tiene una parte metafórica bastante importante (o al menos a mi me gusta vérsela).

    Muchas veces he estado a la deriva, ahogándome en algún que otro vaso e intentando no encallar contra las rocas.

    Si lo deseas con fuerza las tablas acuden a ti y te sacan del agua.

    Un abrazo :-) Buena semana

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  12. Me encanta el tema que has elgido, porque creo que es importante aprovechar nuestros cuentos para denunciar las injusticias, pero más me ha gustado la forma que has tenido de contarlo mezclando prosa y metáforas, muy bello.

    Un abrazo,

    Pedro.

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  13. Una historia de vida, de esperanza, una historia cotidiana cuyo resultado es incierto hasta que se da o no llega a darse, como la vida misma que el ser humano ha ido modelando. Escrito como suave movimiento de olas contiene sin embargo una gran fuerza como el abrazo a esa tabla de salvación. No, no es el mar quien quiere ahogar sino quien ayuda a entender el mundo. Preciosa la narración.
    Un abrazo

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